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lunes, 26 de abril de 2010

Accidente internacional.

Elegí este espacio para contarles lo que me ocurrió la semana pasada y por lo que algunos escribieron en mi muro acerca de esto.
Estaba de visita en mi país de origen, Uruguay, más precisamente en Montevideo. Había llegado el sábado en la madrugada. Los motivos básicamente tres:
. Visitar a mis familiares.
. Tramitar mi cédula y mi pasaporte.
. Visitar y trabajar con la gente de JW Uruguay.
Sábado, domingo y el lunes (feriado en Uruguay), dedicados al tercero de estos motivos. El lunes a la noche tengo una reunión de trabajo en Tres Cruces que es el lugar desde donde salen y llegan los micros de Buquebus, ubicado en una zona céntrica de Montevideo. Al término de la misma me dispongo a retornar, junto a la persona que me hospedaba al lugar en donde paraba esos días. Sentado en la parada del ómnibus (así se lo llama allá al conocido micro de aquí Argentina) esperábamos tranquilos, cuando dos jóvenes por atrás nuestro se acercan y uno de ellos y poniéndome un cuchillo en el cuello me pide que le de dinero y el celular. Lo mismo con mi compañero. Ambos sin resistirnos le damos lo que teníamos. Yo le doy mi celular y el cambio que tenía a mano para pagar el pasaje. El joven me pide la billetera y la mochila. Yo estaba con todo el dinero encima, ya que iniciaría el trámite al otro día y debía pagar unos valores importantes por los ellos, mi laptop y la cámara de fotos en la mochila. Tratando de que no me robaran estas cosas me agacho alegando que estaba en la mochila la billetera, logro que me suelte un poco el cuello y saliendo de repente hacia adelante logro zafarme. Es así que piso la calle y mi billetera, de forma incomprensible, se cae al piso y al abrirse todo el dinero se desparrama. Intento agarrarlo y el muchacho que se encontraba detrás de mi compañero, quien poseía un envase de cerveza, me amenaza con el mismo, a lo cual retrocedo. Al instante el otro joven me pide la mochila. Yo intento escapar corriendo, ellos corren detrás de mí, me arrojan el envase, el cual pega en mi espalda y hace que pierda el equilibrio y caiga. Entre lo vidrio me doy vuelta y veo como uno de ellos se acerca y me da una patada en la cara, patada que sería el comienzo de muchas en la cara y el cuerpo. Sin soltar la mochila intento pararme y tras luchar por unos instantes y golpearme con ganas, los jóvenes deciden irse, dejándome la mochila. Me vuelvo a la parada y me ayudan a hasta un centro médico ubicado a media cuadra. En el camino me percato de que tenía mi mano con sangre y que mi campera estaba manchada también. En el centro médico me atienden y cuando se acerca el médico pregunta el cuadro y le dicen “herido de arma blanca”. Yo le digo que no, que tan solo me habían golpeado, pero para sorpresa, el médico me muestra mi chomba agujereada y al sacármela veo que había una herida como de arma blanca en mi tórax. Me habían apuñalado del lado derecho.
Dios estuvo allí y logro lo que el médico describió como “suerte”, que si hubiera sido tres centímetros más abajo, hubiera agarrado el medio del hígado, o un centímetro más arriba hubiera pasado entre las costilla y hubiera perforado el pulmón. Solo penetro un centímetro el hígado y produjo un pequeño sangrado interno, lo que hizo que me dejaran hasta la noche en observación, monitoreado y con suero. Gracias a Dios no fue más que eso y para sorpresa aún de los médicos me dieron un alta pronta.
La verdad es que debo agradecer a mucha gente. Gente que estuvo allí y que se banco mi estadía en el hospital. A mis amigos, los que vi y quienes no estuvieron físicamente pero que aun así los sentí allí. A quienes me llamaron y mandaron mensajes. A quienes me asistieron económicamente, a los que me prestaron su hogar para que me quedara mientras me recuperaba. A quien vino desde Argentina para traerme dinero y cuidarme. En fin, muchas personas, que si las nombrara correría el riesgo de omitir alguna. Y principalmente le quiero dar muchas gracias a quien me dio paz, mucha paz. A quien me dio su mano y me permitió estar tranquilo y seguir haciendo chistes, aun en la camilla con pocas ganas de hablar.
Si de algo estoy orgulloso, es que pude confiar en eso que tantas veces prediqué. Que Dios tiene control de todo, cuando están bien las cosas y cuando no. Y eso haré, voy a alabarlo y reconocerlo cuando las cosas salgan bien y también cuando todo salga mal. Porque no se trata de mi ni de mis circunstancias sino de él y su maravilloso amor. Yo se que ni un segundo antes ni un segundo después me iré de esta tierra que no sea el que él planeó para mí. No sé si bien o no pero lo amo, porque aunque a veces fallé, cada día mi corazón se predispone a amarlo aun mas. Y si de algo estoy seguro, es que para aquellos que amamos a Dios, TODAS las cosas nos ayudan a bien!

viernes, 16 de abril de 2010

Mi cuaderno...

Vivía en Uruguay, tenía seis años y comenzaba una nueva etapa en mi vida, la expectativa estaba puesta en lo que sería comenzar 1° grado. Un gran desafío se asomaba.
El preescolar había estado bueno, la primaria se desarrollaba en el mismo edificio, muy lindo por cierto, que tenía un parque muy grande (o quizás no era tan grande, pero vieron que a esa edad todo es muyyy grande) .
Muy emocionado iba de la mano de mi madre, quien me acompañó en tan importante momento. Útiles nuevos, un guardapolvo reluciente y algo que nos hace particulares a los estudiantes Uruguayos: un moño azul en el cuello! Hoy después de tanto tiempo me resulta extraño verme en alguna foto, pero yo estaba orgulloso ese día de mi nuevo atuendo.
Cuando estaba en preescolar recorría el sector del primario, recuerdo que había un aula al lado de la mía que era muy pequeña. No me gustaba, y mi temor era que esa fuera el lugar donde viviría mi primer grado. Y justamente ahí fué a donde nos dirigimos en fila luego de recitar el saludo a la bandera. No había sido un buen arranque, pero la emoción era mucha y ese detalle no fue suficiente para arruinar tanta expectativa.
Entramos, nos sentamos y allí estaba la maestra. Se la veía muy seria, muy exigente, que diferencia con mi maestra del año anterior! Nos miraba seria, no dijo ni una sola palabra hasta que hicimos silencio. El primer paso fue darnos la bienvenida e informarnos que esta era una nueva etapa, que ya habíamos dejado el preescolar atrás. Se acercó a cada banco y comenzó a entregarnos a cada uno un cuaderno, al terminar se volvió a sentar en su escritorio y jamás voy a olvidar las palabras que con voz firme nos dijo:
-Ese es su Nuevo cuaderno! No se les ocurra perderlo!!!
Un silencio frío recorrió el aula. De verdad esto era diferente. Esta si era una nueva etapa. Supuse que esa era el precio de crecer!
Veníamos en la etapa de adaptación y adivinen que me pasó al tercer día de clases? Si así es, perdí mi cuaderno nuevo! NO me pregunten cómo, solo lo perdí. Cuando regrese a mi casa me puse a jugar y luego a la noche cuando lo busqué no estaba! Una mezcla entre tristeza y desesperación se apoderaron de mi! Creo que fue mi primera gran crisis! Que haría al otro día? Con que cara me iba a presentar frente a mi maestra a decirle que había perdido mi cuaderno? Estuve mal toda la noche, mi cara cambió, mis manos transpiraban, no dejaba de pensar en ello. Nervioso me fui a dormir y daba vueltas de un lado al otro, es increible la forma en la que viví esa situación. Al despertarme al otro día, con la misma desesperación, pero a minutos de ir al colegio, se me ocurrió algo, decidí que me sentiría mal, quizás un poco mal me sentía porque tantos nervios ya hacían que mi estómago estuviera retorcido, pero igual busqué mi mejor cara de enfermo y cuando mi madre me vino a despertar le dije con vos suave:
-Me duele la panza!!!!
-Mucho? preguntó mi madre
-Siiii, dije yo, muchoooo!
-Bueno quedate, hoy no iras al colegio.
Que alivioooo! Que actorrrr!! Jajaja! Había superado la prueba. Aunque fue increíble lo rápido que me alivié porque al rato ya cansado de estar en la cama, me levanté y me puse a jugar.
Había logrado un día más para poder solucionar mi problema, o solo dilataba algo que me hacía mal de solo pensar.
Al otro día y luego de realizar una actuación más convincente aun logre que me dejaran otro día más en casa. Uff, gané un día mas, en realidad tres porque ya era viernes. La verdad que lo único que logre fue prolongar mi agonía, jaja! Si! porque estuve todo el fin de semana pensando en que inevitablemente el lunes llegaría!
Y, como todo en la vida, llegó! Y ya no había ninguna excusa que me salvara. Una noche largaaa y difícil, el camino a la escuela se hizo mas corto que lo de costumbre. La cara de mi maestra la mostraba más enojada esa mañana. Tome aire, agarré todo el valor que pude, me acerqué a su escritorio, mis pasos lentos querían evitar llegar a destino, mi voz que no quería salir. La maestra levanta su vista y casi cerrando mis ojos le digo:
-ehhhh, perdí mi cuaderno… el ambiente se volvió tenso.
Ella bajo su mirada y contestó:
-Toma acá tienes otro, pero no lo pierdas!
Ehhhhhhhhhh, eso era todo???? Sufrí cuatro días para que ella me dijera solo: acá tienes otro??
Fue increíble, una mezcla entre alivio, alegría y vergüenza se apoderaron de mi, pero ya tenía mi nuevo cuaderno nuevamente. Me habían sacado una mochila de 500 kilos!!!
A veces pienso que muchos de nosotros llevamos cargas que no debemos llevar. Que cargamos con pesadas bolsas con diferentes contenidos que hacen que nuestro transito en la vida sea duro y muy difícil de andar. Nos conformamos con eso, y vamos resignando alegrías y oportunidades tratando de pasarla lo menos mal posible. Es ridículo pensar que fuimos diseñados para vivir una vida así. Muchas veces sufrimos o no disfrutamos de la vida en su plenitud por soportar cosas que simplemente deberíamos dejar en manos de quien nos habló de que él sería nuestro descanso. Cuantas veces sentimos vergüenza, miedo, o que se yo que cosa como para acercarnos a Dios. Y el está allí esperándonos para mirarnos con amor y regalarnos un nuevo cuaderno. Él hace nuevas TODAS las cosas, y sabes que significa TODAS? Si, TODAS! No vale la pena CONTINUAR ni un segundo más llevando lo que no nos corresponde, Jesús dio su vida para que podamos dejar nuestras cargas en él. Y cuando lo hagas sentiras lo mismo que yo, pensaras: por que no vine antes? Te daras cuenta que sus brazos siempre estuvieron abiertos, que en su pecho solo hay amor para dar, un amor maravilloso!

jueves, 8 de abril de 2010

Ser como Jesús!

Era una calurosa tarde en la ciudad de Jope, el sol parecía quebrar el árido suelo reseco por las pocas lluvias. El pueblo, en su diaria rutina, transitaba las anchas calles. Los mercaderes, en su afán de vender más, rompían con gritos el apacible silencio. Los animales para la venta, las peleas por los altos precios, algún que otro guardia romano caminando, todo indicaba que sería un día como tantos otros.
De pronto, entre la multitud un niño se abre camino, parece correr más rápido de lo que sus pies se lo permiten. Algunos lo miran con asombro, otros enojados protestan por su atropello, pero el pequeño sigue su carrera sin dar siquiera señales de haber escuchado los reclamos. En un abrir y cerrar de ojos atraviesa la ciudad y al aproximarse a la orilla contempla el imponente mar, como queriendo buscar en él respuestas que calmen un poco su ansiedad. Su vida era un montón de preguntas, que invadían una y otra vez su cabeza llenándolo de dolor y tristeza. Se acerca un poco más, toma una piedra y la arroja con toda su fuerza al mar como queriéndolo despertar, como exigiéndole que algo sucediera, pero, su indiferencia lo lastima aún más. Con su rostro mojado y lleno de lágrimas mira al cielo como sabiendo que su respuesta estaría allí y se pregunta:
¿Cómo puede ser que en el momento en que más lo necesitaba, Jesús no estuviera allí?,
Su hermana llevaba varios días enferma y ningún médico había podido hacer algo para mejorarla. Él era su única opción.
¿Por qué sus milagros fueron para unos pocos?, ¿Por qué la persona más buena que su pueblo había conocido solo estuvo un tiempo tan breve?
¿Es que Dios no quería seguir ayudando a los demás?, ¿Por qué se lo había llevado?
¿Su hermana estaba condenada a sufrir solo porque Jesús decidió irse antes que ella enfermara?
Sus preguntas retumbaban entre las rocas y volvían a él una y otra vez. Lleno de impotencia sintió en su corazón que debía volver con su hermana, que no había tiempo para dudas, él estaría con ella hasta lo último. Corrió nuevamente y al acercarse al pueblo notó un alboroto que hizo que un frío recorriera su cuerpo, en su interior temió lo peor, detuvo su carrera y las palabras de uno de los ancianos confirmaron sus sospechas: Dorcas, su hermana, había muerto! Su corazón no podía soportar tanto dolor.
¡Si ella vivía para ayudar a los demás! ¡Si su prioridad eran los necesitados!
Corrió apresuradamente hacia la habitación, la desesperación hizo que el cansancio desapareciera. Al entrar vio lo que su corazón se negaba a creer, entre el llanto de su madre y las demás personas contempló el cuerpo de su hermana que parecía dormida, como cuando la despertaba con suaves caricias para sorprenderla. Pero él sabía que esta vez no abriría sus ojos, que había perdido no solo a su hermana, sino a su amiga, su consejera, a quien le había enseñado tantas cosas, quien alguna vez le había hablado de Jesús…
¡Jesús si tan solo él estuviera allí! Hasta sus oídos había llegado el rumor que Jesús había resucitado a Lázaro. Él hubiera podido, sin dudas, devolverle la vida a su hermana, pero ya no estaba y su poder tampoco.
La imagen era conmovedora, el lugar se llenó de tristeza, el llanto de la familia, los gritos de su madre, la mirada perdida de su hermano. En medio de tan tenso clima se escucha golpear la puerta de la casa, al abrirla un hombre desconocido para la familia entra rodeado de algunos ancianos. Los familiares se acercan y le muestran las túnicas hechas por Dorcas, la madre se derrumba frente a él en un llanto conmovedor, el niño contempla la situación sin poder reaccionar. El hombre, con una profunda paz, se acerca y pide que todos desalojen la habitación, ¿pero quién era él?, ¿por qué hacía eso? Él era su hermano, no lo podía echar, ¡él había prometido quedarse con ella hasta lo último! Pero, cuando menos lo esperaba, un hombre lo tomó del brazo y lo sacó hasta el patio. Con una molestia visible y sin poder contener su intriga le preguntó a uno de los ancianos que habían traído al extraño sujeto:
¿Quién es él? ¿Qué hace allí?
Una voz ronca le susurra al oído:
“Pedro, su nombre es Pedro, era uno de los discípulos de Jesús”.
La respuesta lo deja atónito. ¿Qué hacía él acá?, ¿Qué sucedería con su hermana?
El ambiente estaba tenso, los nervios a flor de piel, la espera era interminable, ¿por qué demoraba tanto? El niño, solo quería estar por última vez con su hermana antes que se la lleven, ¡sólo quería despedirse! De repente la voz de Pedro irrumpe el lúgubre silencio:
¡”Por favor entren”!
Dejando atrás a todos, y sin importarle los gritos de los demás, el niño entra primero y la escena lo conmueve como nunca nada lo había hecho, su hermana, la misma que él había dejado minutos antes acostada en su cama muerta, estaba parada junto a Pedro. ¡Estaba viva! Sin pensarlo más corrió hacia ella y se fundieron en un abrazo eterno, único, ¡el más hermoso de todos! Sentir a su hermana junto a él y llena de vida quebró su corazón, las lágrimas inundaron su rostro y la casa se llenó de alegría “Dorcas está viva” gritaba una y otra vez con fuerza. ¡Un milagro había visitado su casa!
Los comentarios recorrieron las ciudades vecinas y el asombro conmovió a los corazones más duros. Pasado un rato Pedro explicó que Jesús había venido a dar vida y vida en abundancia, y que lo que había sucedido era otra muestra del poder de Dios, el mismo poder que hizo caminar a los paralíticos, ver a los ciegos, sanado leprosos, el poder que alimentó a cinco mil personas con sólo cinco panes y dos peces, el que hacía que los demonios huyeran de tan solo escucharlo, ese poder seguía vigente. Las buenas noticias de Dios habían llegado a esa casa, las dudas fueron aclaradas y la mente de aquel niño fue abierta, entendió que el poder de Dios aún está en la tierra, que Jesús se había ido, pero que dejó en ella a miles de embajadores que seguirían llevando esperanza por donde sus pies pisaran. Pero algo le quedo bien claro, él supo que ese mismo poder está a disposición de todos, de todos aquellos que quieran “SER COMO JESÚS”.

viernes, 2 de abril de 2010

Sin rueditas...

Jamás me voy a olvidar, tenía cinco años con mi familia vivíamos aún en Montevideo (Uruguay) y una de las cosas que mas amaba, ademas de practicar fútbol, era andar en bicicleta. Cuando me la regalaron, el día de reyes, era tanta la emoción que cuando fui a buscar el recipiente para el agua que había dejado para "los camellos" (como es costumbre en estos lados), lo acerqué a mi nariz y juro que tenía olor a camello.
Era increible verla allí, amarilla, un casco rojo y el desafío de sentarme y enfrentar la aventura!
Era una sensación única, sentir el viento en mi cara a una velocidad nunca antes experimentada, como... 7 kms/h, guauuu!!! Mi sueño se había cumplido! Es que a mi amigo Dany se la habían regalado el año anterior, y yo me quedaba por horas viendolo andar solo para que me la prestara un ratito, pero ahora tenía una solo para mi!
Claro, al principio estaba todo super, pero, al pasar el tiempo y al salir junto a Dany y mis amigos había una pequeña diferencia, mi bicicleta llevaba unas rueditas a los costados para que no me cayera, yo era un novato!
No faltó esa charla en la que alguien "maduro" hace referencia a que ellos no necesitaban "rueditas" para andar. Uyyy mi orgullo había sido herido!! Yo era un mes mas grande que el que me seguía y debía usar rueditas??? No veía la hora de llegar a mi casa, no quería mas sentirme avergonzado. Rápidamente abrí la puerta y tuve la charla mas seria con mi padre de los ultimos... y unicos cinco años!
- Sacame las rueditas!!!
- Pero aún estás aprendiendo a andar! contestó mi padre.
- Ya soy grande!!! - replique yo- tengo... cinco años!!!
- Debes aprender entonces, me dijo, estas preparado?
- Si!! contesté sácalas!
Nunca me imagine que era tan fácil quitarselas, de haber sabido lo hubiera hecho yo.
Ya estaba todo preparado. Mi padre dijo: anda comienza a andar! Mi cara de desconcierto era total, yo debía ser autodidacta y comenzar solo? No, claro, menos mal que siempre estan nuestras madres, ella me ayudaría. Se acercó sostuvo mi bici, como le decimos nosotros, y arrancamos.
Ufff! Como se movía el piso!!! jajaja! o quizas era yo, pero la cuestión es que costaba mantener el equilibrio, pero ahí íbamos, la voz de mi madre alentandome a seguir me daba confianza, y de a poco andaba ya sin rueditas.
Inmensa sorpresa me llevé cuando me di cuenta que mi madre no sostenía en realidad la bicicleta, que ya me había dejado solo, gran error el mío, porque cuando volví la vista hacia adelante me sentí inseguro y caí y como caí! No saben como dolió eso! Me había lastimado bastante el pie, pero mi orgullo seguía intacto, no había tiempo para dolores, me levanté y le pedí volver a intentarlo. Y otra vez lo mismo, sabía que me iban a soltar y ante la menor duda miraba atrás y adivinen que, siii, me caía una y otra vez. Nunca antes me había caído tantas veces. Mi madre, cansada ya. me dejó en manos de mi padre y se fué a hacer la comida. Yo lo volvía a intentar y me volvía a caer, ya mi tobillo estaba sangrando mucho y mi padre me dijo que fuera a casa a curarme, lo hice, pero no quería resignarme, no había abandonado!! No podía regresar con mis amigos sin andar solo en mi bici!!!.
Mi madre me lavó y me puso una venda en el pie y ni bien terminó volví al ruedo. Allí estaba intentándolo nuevamente y cayéndome nuevamente y encima parecía a propósito que me golpeara siempre en el mismo lugar. Rompí la venda, pero no mis ganas de lograrlo, no podía detenerme el dolor, había un objetivo demasiado importante por cumplir!
Lo hice, por fin aprendí a andar solo, ahora si podía ir con mis amigos y sentir que ya era grande, es mas no veía la hora que pasara la noche para salir a jugar y demostrarles que ya no eran necesarias las rueditas, que eso era cosa de nenes.
Esa noche, antes de dormir y mientras mi madre curaba una vez mas mis heridas, ni siquiera me quejé, ni cuando me puso ese liquido rojo (Merthiolate) que ardía como nada en el mundo, porque había valido la pena el dolor.

Salvando las diferencias, muchos años atras, hubo alguien que tampoco se quejó , que entendió que el dolor era muy poco motivo para abandonar la misión. Que nada en el mundo era suficiente como para resignar el objetivo. No había tiempo para volver atras. Y lo hizo, y hoy quiero recordarlo y a la distancia valorar el amor que tuvo. Porque él es así, porque con su vida y con su muerte respaldó la historia.
No hay lugar para el dolor, no hay lugar para la duda, porque él amó a Robert tanto, que siguió hasta el final, lo amó "de tal manera" que nada fué demasiado! Lo comprendí, y es por eso que le digo:
Simplemente GRACIAS!